No se trata de agotar la vida en una hora, ni mucho menos pretender que baste una hora para que el mundo cambie, se trata sólo de descubrir la fuerza, la posibilidad, lo mágico de una hora en la que parece que de pronto se nos despierta dentro un deseo profundo de hacer algo porque este mundo cambie. Pudiera parecer pretensión banal esa de querer cambiar un mundo condenado por muchos al fracaso, fracaso que por otra parte nos negamos a aceptar.
Negación que hunde sus raíces en la convicción profunda de saber que vivimos en un mundo “habitado” por nosotros, claro, pero también por Dios. ¡Otra vez Dios!, dirán algunos, y nosotros que sí, que Dios sí, que no podemos negarlo, que lo vemos sonriendo y cantando en hombres y mujeres que desde lo pequeño, lo normal, le hacen caminar por barrios y ciudades, convocando a la vida, venciendo a la muerte, pidiendo “amor de cicatrices” y cantando a las mil y una Lucías que viven debajo de todos los puentes de este mundo. Poniendo letras musicales a todas las protestas y cantando todas las injusticias, con ese poder que tiene la música para decir verdades y para mover corazones. Hay que estar chiflados dirán algunos. Pero, ¿Acaso no es locura el amor?, ¿Acaso no es locura un abrazo? Sí, que Dios sí, en todas las horas y en esta.
Léster Rafael Zayas Díaz.
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